Hace unos días colgué en este blog un poema titulado canto a la libertad que escribí hace mas de treinta años, cuando ya se había marchado el autor de la dictadura que terminó con la II República en España. Durante algunos años antes de su partida, desde muy jovencito en el País Vasco, -en San Sebastián y su periferia- me movía en el entorno de los disconformes con el régimen dictatorial impuesto con las armas, del que nosotros pensábamos que, a la partida del protagonista de la misma se producirían los cambios necesarios para lograr la libertad por medios pacíficos y democráticos, con los que lograríamos asentar en nuestro país sin ningún tipo de violencia, los principios en los que se fundamentan los Derechos Humanos promulgados por la ONU.
Con esta entrada quisiera complementar en parte lo que apuntaba en aquel poema, que no es otra cosa que exponer desde mi punto de vista, algo tan importante como es el tema de la libertad individual del ser humano, que considero actualmente descafeinada, aunque esto le pueda resultar a alguien discordante con la realidad.
Con gran esfuerzo hemos conseguido en nuestro país una democracia un tanto descafeinada, corta, coja y un poco escasa; pero no hemos logrado la libertad que añorábamos. Es cierto que ahora tenemos una libertad que no teníamos entonces, -¡ojalá! la hubiésemos tenido- lograda con la colaboración de los distintos estamentos, partidos, asociaciones, etc., y personas que individualmente, a título personal, aportaron su granito de arena para esta laboriosa faena y así poder conseguir lo que ahora poseemos, que no es poco -la verdad sea dicha-; pues, sin ninguna duda, ahora disponemos de: democracia, paz, justicia y libertad; todas ellas muy escasas y colaboradoras ¿involuntarias? de aumentar la desigualdad, que cabalga a lomos de la injusticia y la esclavitud, a tal velocidad, que, en el corto-medio plazo habrá aumentado al cuadrado si no se le pone remedio a esta pandemia frenándola a tiempo.
La abismal desigualdad que existe entre los humanos haciendo que cada vez haya menos ricos, para que cada día sean más ricos porque se irán apoderando de todo; hace inevitable que, cada día haya más pobres, y que, cada vez, y cada día, irremediablemente, sean más pobres progresivamente. ¿Por qué? Por falta de democracia y pérdida de libertad.
La libertad no consiste solamente en votar libremente cada cuatro años para elegir unas personas “seleccionadas y escogidas previamente” por unos cuantos privilegiados ¿demócratas? que nos presentan en unas listas predeterminadas en las que ningún votante puede elegir libremente las personas que le gustaría que lo representaran ante el Estado en los distintos poderes que lo conforman.
La libertad es otra cosa muy distinta que diverge de la actual democracia que ¿nos hemos dado? los ciudadanos de nuestro país. La libertad, entre otras muchas, -pero que muchas cosas- consiste en elegir periódicamente libre y directamente a “todos” nuestros representantes, desde el presidente de la comunidad de vecinos, hasta el más alto representante del Estado. A todos sin excepción. Si bien, tampoco es sólo eso la libertad y la democracia. Para ser libre hay que tener una mejor calidad de vida de la que tenemos actualmente la mayoría de españoles: La sanidad, la justicia, la vivienda, la religión, la enseñanza, etc., tal cual las tenemos, son discordantes con la libertad del hombre y la Declaración Universal de los Derechos Humanos; (¿La han leído?) como consecuencia, desnaturalizan la auténtica libertad; -no hablo de libertinaje, al que detesto- porque la libertad, no debe tener más límites que los del pensamiento: Infinita.
La libertad -con mayúscula- es única e infinita, no tiene principio ni final; es el todo en la vida del ser humano, -también en el resto de seres vivos-. Todo ser viviente que carece de libertad pierde lo más importante de su existencia: la ilusión.
Vivir sin libertad o con las libertades recortadas, restringidas o vigiladas, es coartar la libertad, vivir esclavizado; y, toda esclavitud le resta vida a la vida, la desnaturaliza, le quita la esencia a la existencia misma, no importa a qué, a quién o en qué se limite la libertad sin llegar a quitársela del todo. Cuando alguien cojea no anda con normalidad, tiene las dos piernas, sí, pero le falta algo, no se puede mover libremente; ¡ya le gustaría! pero, tiene una restricción involuntaria.
Sin embargo, el hombre moderno cada día es menos libre por voluntad propia debido a su avaricia, porque la codicia lo domina como la droga y cada día quiere tener más y más y de mejor calidad, sin saber bien para qué lo quiere, porque no siempre lo necesita; sin tener en cuenta las consecuencias que conlleva ese desacertado comportamiento que lo conduce y condena a la esclavitud, a su propia desnaturalización, consciente o inconscientemente, pero lo lleva camino de esclavizarse en favor de la nada, que es lo que al final consigue después de haberse sacrificado tanto para llegar al termino de su existencia con las manos vacías y llevándose lo que trajo cuando llegó a este mundo: La vida. Nada más; el resto como no era suyo, aunque él pensó lo contrario, lo tuvo que dejar donde estaba, porque, sólo lo tenía prestado, no adquirido. El que se va, siempre se lleva lo que trajo al llegar: Nada de nada. Hasta su vida, de la que pudo -si la supo- disfrutar, la tenía cedida por un tiempo limitado; prestada y con un rígido contrato cuyas cláusulas son irrevocables, fijas, severas y de estricto cumplimiento e irreversibles. Nadie se lleva nada mas que eso: lo que trajo; por mucho esfuerzo y sacrificio que haya podido realizar a su paso por la vida, olvidándose de otros valores y de que todos los humanos somos iguales aunque esto no resulte grato ni fácil de entender. Iguales en todo; y, hasta que no logremos entenderlo no habrá en el mundo paz, libertad, justicia, igualdad, dignidad, fraternidad, seguridad, legalidad equidad y democracia. Todo lo demás, son cantos de sirena; predicar en el desierto que es sermón perdido. Algo así como cantarle al viento en alta mar una noche de luna llena con mar tranquila y serena acompañado de una guitarra sin cuerdas. Lo mismo. Como dicen en mi pueblo: ni fu, ni fa. Pues, eso.... Nada.....
¿Por qué el hombre está perdiendo libertad? Porque él quiere. Así de simple. Porque hay un mundo del capitalismo despiadado, que todo lo quiere mercantilizar, devorador y sin escrúpulos que lo domina y controla todo. Para lograrlo utiliza todos los medios más sofisticados a su alcance, logrando persuadir al ciudadano de las ventajas y virtudes del mercado, cuyo propietario -generalmente los bancos- es el único beneficiado, sin importarle que el ser humano tenga que sacrificar lo más preciado: su vida, su libertad, su dinero y su salud, para conseguir el producto que el mercado le vende mediante el marketing cuyo poder de persuasión es ilimitado. ¡Qué triste...!
Para conseguir esos productos, el ser humano pierde una importante parte de sus derechos y libertades que redundan en beneficio del mercader, enriqueciéndolo a la misma velocidad que se empobrece el comprador.
Un sofisticado intríngulis generado por la ingeniería de la economía mercantilista, hace que el deshumanizado gran capital con muy pocos escrúpulos, a través de sus oligopolios se vaya apoderando poco a poco de la mayoría de las industrias y grandes empresas, pasando a manos de unos cuantos, cuyo poder, muy pronto superará al poder de cualquier Estado. Los Gobiernos serán -en algunos caso ya lo son- unos títeres; marionetas manejadas por los hilos de sus jefes que con el poder del dinero lo dominarán todo sin excepción, generando con ello una esclavitud; no como la de Kunta Kinte, sino a la moderna, pero más sofisticada, voraz e inhumana; imponiendo a los ciudadanos de a pie su santa voluntad, y obligándoles a trabajar por cuatro ochavos, diez o doce horas al día sin importarle nada los Derechos Humanos ni la vida privada de cada trabajador, cuya familia, salud y libertad menguan como la luna y se alejan cada día más del Estado del Bienestar que todos nos merecemos. No olvidemos que el poder del poder es el dinero y, que el que tiene el poder, lo tiene casi todo y controla todo lo controlable, por más que nos pese.
Y, ¿por qué cada día somos la mayoría más pobres y sólo una selecta minoría más ricos? Muy sencillo: porque cuando votamos, le votamos a los que le teníamos que “botar” y no lo hacemos a los que debemos votar. Votamos, generalmente, al que mejor nos ha vendido el producto en su campaña electoral, que casi siempre, luego nos sale rana y aprovecha para colocar a sus parientes y amigos, porque son las personas idóneas y más cualificadas para cada cargo. Si tomásemos conciencia de que nuestro voto va a favorecer al que no nos favorece a nosotros, no perderíamos: derechos, libertad, salud y el tiempo innecesariamente; logrando con ello una menor desigualdad que la existente entre las dos clases de ciudadanos: la mayoría de pobres, y la minoría de ricos que son los beneficiados con nuestro comportamiento.
Sólo si aprendemos a dosificar nuestro voto lograremos más libertad. La única libertad que le aporta al hombre dignidad: La individual; que, al igual que un grano no hace el granero, le ayuda al compañero.
Pero; ¿qué es la libertad? ¡La vida....! La vida es libertad y en ella hay que vivirla. La libertad es la ausencia de opresión que conlleva la facultad de tomar decisiones que conduzcan a la acción justa e igualitaria que le permita al ser humano alcanzar su máxima grandeza, porque es su don más valioso y un derecho que le asiste, al que no podemos ni debemos renunciar jamás, por tratarse de un principio fundamental que dignifica la existencia y la razón de nuestra presencia y convivencia en colectividad.
La primera libertad debe ser nuestra libertad interior. Es necesario que sintamos esa libertad en nuestro fuero interno, porque: ¿A qué otra libertad aspiramos si en nuestro interior nos sentimos esclavos y en el lugar que ocupa la libertad, tenemos un gran vacío?
El dramaturgo austriaco Franz Grillparzer -1.791-1.872- decía: las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos; es la mente la que hace al hombre libre o esclavo. ¡Qué razón tenía......!
Esas cadenas solo las podemos romper con fuerza de voluntad y decisión si queremos ser lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos acordada por todos los miembros en Asamblea General de las Naciones Unidas consideraron que eran los principios fundamentales de la convivencia humana.
¿Por qué no rompemos esas cadenas si está en nuestras manos hacerlo?
Confuncio, filósofo chino, -551-478- años antes de Cristo- en uno de sus pergaminos dejó escrito: Es más fácil apoderarse del comandante en jefe de un ejército que despojar a un miserable de su libertad. Para aquellos tiempos, ¡qué visión de futuro!
No es que pretenda corregir la filosofía de este erudito, sino añadir una pregunta: Si el hombre nace libre, ¿por qué no tiene que vivir y morir de forma responsable en la misma libertad que la viven las aves? - por poner un ejemplo- y, sin embargo, no lo hace. ¿Quién o qué se lo impide?
La libertad conlleva los conceptos de justicia e igualdad que le permiten al hombre decidir lo que hace, siendo el único responsable de sus actos sin coacción ni presión alguna a su voluntad.
La libertad es la facultad que disfruta el ciudadano en las naciones bien gobernadas que le permite hacer y decir a su libre albedrío sin acción externa coercitiva, todo cuanto no se oponga a las leyes establecidas y la armonía que proporcionan a la sociedad las buenas costumbres aceptadas por todos.
La libertad no consiste en que los ¿responsables? de los partidos políticos aspirantes a gobernar el país, cuando están en la oposición mientan descaradamente (también cuando no lo están) y ridiculicen al partido en el Gobierno y sus líderes, rechazándoles su mal comportamiento en la gestión administrativa, para luego, al llegar al poder, hacer lo mismo pero de peor calidad, como nos está ocurriendo y ha ocurrido en repetidas ocasiones en nuestro reciente pasado en cada convocatoria de elecciones. Eso no es libertad. Eso es libertinaje, una desfachatez sin límites y una burla al contribuyente además de una estafa a la honradez, la libertad y el respeto que todos nos merecemos. Eso se llama abuso de poder y desprecio a las más elementales normas de comportamiento y absoluta indiferencia por el sentir de los ciudadanos.
De aquí vienen todos los casos de corrupción, enchufismo, amiguismo y falta de escrúpulos para servir al pueblo con dignidad, como lo debe hacer un repúblico. En España damos clases magistrales de corrupción; somos catedráticos y expertos en la materia, por eso vienen aquí a refugiarse los listillos; porque nuestro país es el almacén de mafiosos de todos los continentes. Aquí vienen a pegarse la vida padre sin ser molestados y blanquear sus dineritos con la colaboración ¿de quién...?. seguramente de sus amiguitos corruptos expertos en la materia, que les asesorarán concienzudamente para sacar mayor tajada a su sinvergüencería y reírse descaradamente de los pasmaos españolitos que somos unos palurdos y no nos enteramos de nada.
Tengo mis dudas sobre si España es un paraíso fiscal para ciertos individuos; pero sí estoy completamente seguro de que es el paraíso terrenal para todo tipo de vividores, mangantes, sinvergüenzas, estafadores, mafiosos y gente del hampa que aquí en nuestro país, tienen su domicilio social en la cueva de Alí Baba y sus colegas, asesorados por expertos y abogados duchos en la materia.
Estos baldarras sí que tienen libertad total y absoluta; además, en más de un caso, se permiten comprar voluntades cuando alguno de ellos se encuentra en aprietos, para poder salir airoso y continuar sus fechorías. ¡Así da gusto...! A los demás, que nos den limosna, por no decir otra cosa; mientras tanto, a esta banda de vampiros les protegemos y ayudamos para que además, de vivir de balde, se llenen los bolsillos al amparo de nuestras ¿leyes? y haciendo la vista gorda los que deberían estar ojo avizor.
Aquí pongo el freno de mano, porque si sigo me voy a desbocar. Las injusticias me disparan, y, como no soy partidario de las armas, prefiero que estén en silencio esperando la llegada de la auténtica democracia y la libertad que todos nos merecemos, si es que algún día consigue llegar, porque con tanto tráfico, no me extraña que se retrase. Le va a pasar lo mismo que a la paloma de la paz, que, con tanto cazador furtivo esperándola para alojarle el plomo en las alas, no le resulta fácil acercarse, pues, como no hay un lugar seguro para protegerse, no le queda más remedio que seguir en el aire cual pluma al viento sin rumbo fijo, dando vueltas sin parar mientras le queden alientos para poder subsistir.
Luis